
¿Gestionas y/o lideras?
Se ha escrito mucho sobre la diferencia entre ser el jefe o ser el líder de un equipo. La teoría se la saben muchos de los interesados. Sin embargo, saberlo parece no ser suficiente como para ejercer un liderazgo eficaz; para que el equipo funcione bien engranado, para lograr una buena adhesión del personal a la meta común del colegio, o tampoco necesariamente, para que las personas sean capaces de unir sus talentos y, entre todos, generar el mejor equipo posible.
Hoy en día, sacar adelante un curso ya es una tarea titánica, pero desear además que el proyecto educativo diseñado se cumpla, eso en muchos casos, sólo genera desánimo y frustración. Intervienen demasiados factores, unos externos pero otros internos. La experiencia me dice que en el día a día seguimos invirtiendo el orden necesario y la consecuencia es que los líderes acaban, casi siempre, obteniendo un efecto colateral: el máster en “apagafuegos”.
Como resultado, terminamos pensando que es inevitable que haya un número de personas que harán la contra al proyecto, que se puede aparcar o dejar en segundo plano el proyecto educativo si parte del profesorado no se siente cómodo o que el estrés de los profesionales es un mal sin solución.
¿Son problemas reales? Por supuesto. ¿Hacemos todo lo posible por solucionarlos? Es más, ¿son apropiadas las estrategias que intentamos para ello?
Hay un camino que da frutos; no es magia, no es una pastilla con efecto inmediato. Combina las mayores habilidades del ser humano y tiene cuatro patas: – la comunicación efectiva, – la inteligencia intrapersonal, – la inteligencia interpersonal y – la gestión del equipo. Se trata, eso sí, de tomar las riendas; de creer firmemente en la propia profesionalidad y utilizarla como escudo contra factores externos e internos.
Si no inviertes tu tiempo en ello -porque para esto no tienes tiempo- seguirás cosechando cortisol, frustración y desánimo y, aunque no sea tu propósito, se estará alimentando el caldo de cultivo para que surjan subgrupos enemistados, el peor contexto que nadie pudiera imaginar para sacar adelante un proyecto educativo exigente.
De el primer paso. Toma tu agenda y reserva, por ejemplo, la primera hora de cada día para todo el curso. Como si tuvieras que dar una clase o reunirte con la alta gerencia, algo a lo que no acostumbramos a faltar. Convéncete de que esta inversión de tiempo va a darte muchas alegrías y va a evitar muchos fuegos que después te verías apagando. Vamos paso a paso; el primero es dejar de decir “ya me gustaría tener tiempo para eso”.
Como dice mi maestro Eugenio Ibarzabal, “hay pena, pero merece la pena”.
¿Hablamos? Escríbeme a javier@tuinnovas.com y consensuamos una cita telefónica.
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